los antieroes 
Los
antihéroes.
En la prosa literaria del
siglo XVI, cabe distinguir dos grandes corrientes: la narrativa idealista y la
narrativa realista. Esta última tiene su mejor exponente en la novela picaresca. La narrativa
idealista tiene como géneros representativos a la novela pastoril, la morisca y
la bizantina.
Junto a estos géneros destaca una obra singular: el Lazarillo de Tormes,
germen de la novela picaresca. 
Los géneros novelescos en auge
durante el siglo XVI corrieron distinta suerte: mientras
que la novela bizantina fue muy apreciada, la novela de caballerías y la
pastoril desaparecieron.
La novela picaresca, por su par te, se afianzó. 
Mención aparte merece la
novela corta, muy apreciada a lo largo de todo el siglo y cultivada por autores
como Miguel de Cervantes (Novelas
ejemplares) y María de Zayas (Desengaños amorosos).
La obra maestra de la narrativa de esta época es el Quijote, de Cervantes. 
La literatura picaresca basó
su originalidad en la creación de un personaje con
tintes atrevidos y nuevos, el antihéroe, una especie de héroe venido desde la
cultura popular y que se contraponía a la hipocresía y vida fácil de los
caballeros y nobles de la época. 
Luego, el
antihéroe cambió hasta convertirse en un personaje
del realismo grotesco —mucho más crítico y que deformaba la
realidad—. Sin embargo, es en la picaresca
donde el antihéroe cobró notoriedad, y en la que, con el recurso del humor y la
ironía, era capaz de salvarse de las peripecias que le acontecían en la ficción
al criticar a la sociedad rígida y a la vez caótica en que vivían sus autores.